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EL SALÓN DE LA FAMA DEL BEISBOL MEXICANO
 Un lugar donde se rinde homenaje y se privilegia la memoria de los   grandes beisbolistas de nuestra pelota 

La historia del Salón de la Fama del beisbol se remonta hasta el lejano calendario de 1939, cuando el reconocido periodista capitalino Alejandro Aguilar Reyes “Fray Nano”  promoviera la creación de este singular espacio para honrar a los mejores beisbolistas del circuito mexicano.

El también fundador de la Liga Mexicana de Beisbol y del diario deportivo La Afición tuvo la genial idea de crear el Salón de la Fama del Beisbol Mexicano en 1939, procurando imitar al Templo de los Inmortales de Cooperstown, el cual abriera sus puertas precisamente ese año como parte de los festejos y celebraciones del primer siglo de beisbol de las Ligas Mayores.

Pocos jugadores notables se contemplaban en aquellos años, no porque hubiera escasez de calidad, sino porque la Liga Mexicana de Beisbol no compilaba estadísticas, hecho que vino a implementarse a partir de la campaña de 1937, brotando inmediatamente los nombres de Ángel Castro, Agustín Bejerano, Martín Dihigo, Carlos Galina, Lázaro Salazar, y otros como Alberto Romo Chávez, Basilio “Brujo” Rosel, y Chester Brewer, por citar a algunos.   

LOS PRIMEROS INMORTALES     

“Fray Nano” se echó a cuestas la tarea de crear el recinto sagrado y, de común acuerdo con Ernesto Carmona, quien en aquel tiempo fungía como presidente del circuito veraniego, llevó a cabo una votación por medio del diario que dirigía, eligiendo a los primeros cinco inmortales. Ahí surgieron los nombres de figuras legendarias como Lucas Juárez, Antonio Delfín “Lañiza”, Julio Molina, Leonardo “Najo” Alanís y Fernando “Cocuite” Barradas.

LA SEGUNDA GENERACIÓN   

Durante muchos años no se volvió a mencionar, y aunque a finales de los años 50 la Revista Hit volvió a tocar el tema del Salón de la Fama, la propuesta no tuvo el eco suficiente y la idea no prosperó.

Sin embargo, la idea fue retomada por la Asociación de Cronistas de la Ciudad de México, quienes se organizaron, tomaron acuerdos y llevaron a cabo una segunda votación, surgiendo los nombres de figuras importantes y gratamente reconocidas como Ángel Castro, Martín Dihigo, Epitacio “La Mala” Torres, Lázaro Salazar, Ramón Bragaña y Genaro Casas. 

El Salón de la Fama volvía a estar presente entre los amantes del rey de los deportes en suelo mexicano. Ya eran 11 los inmortales seleccionados, pero no había un lugar donde reconocerlos y manifestarles respeto.

 

MONTERREY: SEDE PERMANENTE    

Fue hasta 1971, en la Convención de Beisbol celebrada en el poblado Ajijic, municipio de Chapala, Jalisco, donde se fijaron las bases para llevar a cabo el importante proyecto.

Antonio Ramírez Muro, entonces presidente de la Liga Mexicana de Beisbol, puso el tema sobre la mesa, a petición de Rodolfo González Castillo, presidente de los Sultanes de Monterrey, club en aquel tiempo perteneciente a Cervecería Cuauhtémoc, siendo del agrado de los participantes, quienes señalaron la importancia y lo necesario de la obra señalada.

Fue ahí, en esa misma convención, donde se integró la Asociación de Ligas de Beisbol Profesional de la República Mexicana, con Ramírez Muro como presidente, lo cual facilitó las actividades al nombrarse una comisión especial para tal efecto.  

El comité especial para determinar la sede tuvo como integrantes a Ramírez Muro; Horacio López Díaz, presidente de la Liga Mexicana del Pacífico; Fernando Cantón Franco, de Mérida, Yucatán, presidente de la Liga del Sureste; Raúl Mendoza Mancilla, cronista e investigador, y Fernando M. Campos “Fray Kempis”, cronista de la Ciudad de México.

Ellos acordaron conceder un plazo de 60 días para recibir solicitudes, y las únicas ciudades que presentaron proyectos fueron Guaymas y Monterrey, pero esta última ofreció mayores apoyos y facilidades de parte de Cervecería Cuauhtémoc por conducto de don Eugenio Garza Sada, lo cual aconteció en marzo de 1971, razón por la que en mayo del mismo año decidieron otorgar la sede permanente a la gran urbe regiomontana.

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Los motivos principales para la existencia del Salón de la Fama en la ciudad de Monterrey fueron honrar a las figuras beisboleras de antaño, crear un aliciente para los beisbolistas del momento y dotar a la Sultana del Norte de un espacio turístico, aprovechando su ubicación en el mapa beisbolero del país. 

Ya con el visto bueno otorgado a la ciudad de Monterrey, en los jardines de Cervecería se procedió a preparar el terreno para la construcción del inmueble mientras se elaboraban los planos, nombrando como director a Rafael Domínguez García, quien se encargó de presentar los bocetos en la tercera Convención del Beisbol celebrada el 12 y 13 de febrero de 1972, en Hermosillo, Sonora.

INAUGURACIÓN HISTÓRICA   

La majestuosa inauguración del Salón de la Fama se llevó a cabo el 10 de marzo de 1973, en los jardines de la empresa cervecera regiomontana, reuniendo a impactantes personalidades del rey de los deportes, como Bowie Khun, Alto Comisionado del Beisbol de las Grandes Ligas; Antonio Ramírez Muro, presidente de la Liga Mexicana de Beisbol; Horacio López Díaz, presidente de la Liga Mexicana del Pacífico.

También asistieron directivos, representantes de los medios de comunicación del país y una gran cantidad de inmortales junto a sus respectivas familias.

Ellos escucharon la declaratoria oficial a cargo del Lic. Arturo Suárez Luna, Secretario de Gobierno en representación del Gobernador de Nuevo León, y luego las emotivas palabras de don Alejandro Garza Lagüera, director general de Cervecería Cuauhtémoc, empresa patrocinadora de la naciente institución.

Ramírez Muro agradeció a Cervecería la creación del inmueble y leyó las semblanzas de los inmortales del beisbol mexicano.

Horacio López Díaz explicó a los asistentes la función del naciente Salón de la Fama y Alberto Romo Chávez dio un mensaje en representación de los consagrados del beisbol, para luego atestiguar el momento histórico del encendido del pebetero a cargo del peloterito Hipólito Flores Holguín, de la Liga Pequeña Cuauhtémoc.

Así se ponían en marcha las labores de la importante institución que serviría para honrar la memoria de los personajes más destacados del beisbol profesional mexicano, además de preservar la historia de nuestra pelota. 

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UNA AUTÉNTICA REALIDAD 

El Salón de la Fama era una auténtica realidad. El museo beisbolero ganaría fama y prestigio a partir de ese momento bajo la dirección de Rafael Domínguez García, nombrado meses antes director por parte de la empresa cervecera que lo estaría patrocinando a lo largo de cuatro décadas. 

Desde entonces y hasta la fecha han sido enaltecidos al Salón de la Fama del Beisbol Mexicano 207 elementos, entre ellos 145 beisbolistas, 7 managers, 11 ampayers, 21 cronistas y 23 directivos.

De los 207 inmortales, 41 fueron electos por la vía póstuma, 103 ingresaron en su primera oportunidad, 154 por votación, 22 lo hicieron por medio de votación especial y 31 por designación directa.

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Durante 40 años, los visitantes del Salón de la Fama tuvieron oportunidad de admirar las placas con las efigies de los personajes privilegiados, figuras resplandescientes del beisbol localizadas en el Nicho de Inmortales.

Las placas permanecieron en un lugar especial, espacio donde se respiraba respeto, honor y solemnidad gracias a las condiciones estructurales del inmueble.   

RECONOCIENDO CONQUISTAS    

El Salón de la Fama ha cumplido exitosamente a lo largo de cuatro décadas, no sólo enalteciendo a las grandes figuras del beisbol, sino que durante todo ese tiempo ha mostrado a los aficionados infinidad de testimonios y pertenencias históricas conseguidas a base de entrega y pundonor por los grandes ídolos del diamante. 

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Además de dignificar a los inmortales, el Salón de la Fama  ha hecho una importantísima labor a lo largo de la historia en infinidad de plazas donde se juega beisbol, reconociendo la labor de los equipos campeones, premiando a los jugadores que consiguen una hazaña o que obtienen un logro, y enalteciendo a los ampayers, a directivos y cronistas.

En pocas palabras, el recinto sagrado ha tenido presencia en suelo mexicano y más allá de sus fronteras, captando la atención de infinidad de páginas deportivas que le han brindado loas y reconocimiento.   

Hasta el día de hoy, el Templo de los Inmortales sigue adelante. 

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El Salón de la Fama del Beisbol Mexicano ahora es patrocinado por don Alfredo Harp Helú, quien tomó la estafeta que dejara la empresa Cuauhtémoc Moctezuma, respetando la decisión original de los directivos del beisbol mexicano, al designar a la ciudad de Monterrey como sede permanente del sagrado recinto.

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